jueves, 17 de abril de 2014

Vuelvo... para pensar en lo que siento, y escribir lo que pienso! Impecable Eduardo Galeano, siempre las palabras justas

Esto es un ironía, no le va gustar a muchos, pero tengo que vomitar esta bronca que me genera este dejarse llevar como ovejas y es hora de que nos hagamos cargo de “cómo somos”.
Tienen razón: “Los argentinos somos derechos y humanos”.
Atentos a la ley, respetuosos del otro, cristianos, tanto…que hasta tenemos Papa propio.
Jamás nuestra clase media y alta, modelo de perfección social y de caridad, ha cometido delito alguno.
Esa es su autoridad moral. Ser impolutos.
No es dable recordar que los gerentes de la Ford, estafaron al Estado en 50 millones de dólares que nunca llegaron, ¡qué va! Fue solo un sueño de este mundo perfecto que siempre hemos tenido.
Acá, la clase alta y media nunca, y léase bien ¡NUNCA! se apartó de la ley.
Los comerciantes, jamás te robaron en el peso y te dieron 960 g en vez de 1k.
Los diarios, jamás te mintieron ni fueron cómplices de delitos mayores.
El banquero, nunca hizo usura ni te cobró 57% de interés por mes.
El abogado, jamás se vendió por monedas a tu enemigo.
El médico, nunca dejó de atender a un pobre “negrito” por no pertenecer a su clase.
El maestro, nunca tomó ventajas de nada, fui del gremio 40 años y todos son blancos como el alba.
El empresario es tan honesto, que jamás mató a nadie por mano propia, jamás evadió impuestos, jamás ganó sumas siderales con aumentos exagerados, jamás te mintió con el marketing, ¡jamás!.
De la Soc. Rural, ¡qué podemos decir! Todos tan de misa y bendiciones, siempre tan generosos y respetuosos de sus peones a los que tienen en casas que cualquiera envidiaría. Ellos, tan patriotas, cumplen con sus impuestos y viven pensando en su país, tanto que se resignan a perder dinero en el mercado interno.
Acá y en el resto de América Latina jamás se abandonó al hambre y la ignorancia, la desesperación y el abuso patronal a generaciones completas. De ninguna manera, si no comen, si no estudian, si no tienen su casita, si no trabajan, es porque no quieren.
Nunca, pero nunca, un plomero, un electricista te cobró 1 m de caño o cable cuando en realidad usó 70 cm. Jamás!.
Ni pensar que un taxista tuviera arreglado el reloj, eso nunca pasó.
¿Periodista que calienten la cabeza de las masas? ¿Qué es eso? Acá en Argentina todos son Mariano Moreno. ¿Cómo vamos a pensar que INDUCEN a ciertos actos delictivos sobre una población desprevenida?, ¡JAMÁS!.
Ejército, marina, aviación, gendarmería, policía, penitenciarios…son todos soldados de San Martín. Fieles a la escuela sanmartiniana, todos se niegan a las tentaciones, nunca reprimen a su pueblo y mucho menos, matan, roban o desaparecen o torturan a la población.
De políticos, ¡ni hablemos! IMPOLUTOS es poco, ¿quién puede pensar que se quedan por monedas con las tierras públicas o cobran jugosos honorarios por entregarnos de pies y manos.
Y dejé para el final la frutillita del postre, ¡qué decir de la JUSTICIA!, esa de apellidos rimbombantes, tan preocupada por cumplir con la ley siempre! Ellos aferrados al Código la aplican a rajatabla sin miramientos de clase, raza o color.
Somos todos tan respetuosos de la ley que los “golpes de estado” son un cuento y la desaparición de más de UN MILLÓN de personas en toda Latinoamérica (asesinadas seguramente) también. Esto con el aval de la mayoría. ¿Pero qué digo…? ¡Si todo era un cuento! ¡Nunca pasó!.
Nunca pasó porque los argentinos somos derechos y humanos, tenemos una moral tan perfecta que damos discursos sobre ella, vamos a misa, al templo, a la sinagoga, somos caritativos y jamás INDIVIDUALISTAS.
Nunca, jamás, oportunistas, mentirosos, arribistas, ven tajeros, evasores, eso en nosotros no se ve.
En fin TODOS, en Argentina, somos ángeles, los mismos ángeles, que blandiendo la bandera de su autoridad moral, matan a patadas a un pibe de 18 y a coro reafirmamos “hay que matarlos a todos” porque Dios es argentino y a Dios no se le discute.
Fuente: Por Eduardo Galeano. Prensa red

domingo, 6 de julio de 2008

Fin del taller


Se termino... queda en nosotros continuarlo

Besos chicas!!!

viernes, 27 de junio de 2008

Final de ensayo

Terminé mi ensayo… Me gusta lo que logré. Quedó, como hablamos en clase, “una exploración por mis lecturas”. El problema que se me presentó es que ocupaba cinco hojas y un poquito más, y cuando lo armé con las notas al pié como correspondía se me fue a seis hojas. Sé que tendría que haberlo achicado, pero me gusta lo que quedó. Me parece que se entiende, y me alegra sentirme elogiada por compañeros de otras materias que leyeron este resultado.
Al escuchar los proyecto de mis compañeros, por ahí sentí que mi ensayo quedo mucho más estructurado que los del resto. Pero me parece que el tema “librado al azar” y los gustos propios me llevaron a escribir esto. En una introspección que hice sobre mi escritura, después de la última clase, me di cuenta que por ahí estoy muy empapada con este tema de la comunicación y de la cultura de masas. Es algo que me gusta, me entretiene, y me sale con facilidad. Al leer el texto de Benjamin “El narrador”, fue amor a primera vista, el poder anclar temas de toda la carrera y en especial relacionarlo con la escritura y la lectura, tan característico del taller.
Sentí en algún aspecto un acercamiento a Berger, tan crítico en sus escritos. Por ahí leí que es título de su libro “El tamaño de una bolsa” se debe a que ese elemento sirve para resistirse y se forma cuando una o más personas se unen en contra de algo, por ejemplo el modelo económico. Leí en Wikipedia, la enciclopedia on-line, que Berger era muy crítico, de acuerdo a su forma de vida y seguramente por su acercamiento al partido comunista, del mundo que lo rodeaba.
Espero que la lectura sea llevadera, y que cada uno pueda sacar sus propias conclusiones de la forma de escribir que se posee hoy en día. No sentir que todo por ahí está perdido como opinaban aquellos autores tan nombrados, sino pensar que las cosas por ahí cambiaron para bien, y sino que sería de nosotros sin crónicas como las de Caparrós, o cuentos como los de Walsh y Salinger, u otro géneros tan nuevos y que son tanto igual o mejores que las narraciones a las cuales se refería Benjamin.
Principalmente que se note el esfuerzo y la lectura… ustedes dirán.

Italo Calvino, el coleccionista

“Colección de arena” de Italo Calvino me hizo acordar al texto de Capote “Un día de trabajo”, en el cual a través de un recorrido por los diferentes ambientes el autor trata de identificar y caracterizar a las personas a través de simples objetos. De la misma manera, Calvino en una especie de museo, recorre las diferentes muestras de coleccionistas, y se pregunta a través de por ejemplo, los frasquitos con arena, cómo es la persona que se tomó el trabajo de juntarlos y recolectarlos. No parece realmente un ensayo, sino mas bien una crónica. Igualmente me pareció entretenido poder leer los pensamientos del autor a medida que describe lo que aparece delante de sus ojos.

martes, 24 de junio de 2008

Escritores y lectores en evolución

Desde tiempos primitivos, todas las artes, en especial la escritura, reflejaron los movimientos políticos, económicos y sociales de todos los territorios del mundo. En la actualidad: ¿Será cierto que se perdió el arte de narrar? ¿O cambiaron las sociedades y, por ende, las formas? ¿No se puede afirmar que ahora, más que antes, la gente está mejor comunicada y enterada de las cosas que suceden a su alrededor? ¿Cuáles fueron los factores que hicieron que se pasara de lo tradicional a lo moderno, tanto en la narración como en la lectura? ¿Será en todo caso que, nadie tiene más que contar, o llegamos a la época del no-narrador? Como si los textos y narraciones se contaran solos, de manera anónima.
Según Walter Benjamin[1] el hombre transmite su experiencia a través de la narración, cuyo mejor lugar de escucha está ubicado en la figura del trabajo artesanal, refiriéndose al hecho de la transmisión oral de experiencias vividas por viajeros, en un lugar de distancia tanto de los hechos como de la zona geográfica. A partir de la guerra[2], y en especial hoy en día, todos esos relatos se han perdido, ya no hay una transmisión oral de experiencias, ya no hay más sabios que guíen nuestras conciencias para atravesar el mundo que nos rodea. Su conclusión es que los grandes relatos se han quebrado.
Pensar en las posibles narraciones de hoy en día, es pensar en el atravesamiento de la experiencia misma, narrar nuestros propios sueños. Actualmente no hay lugar común para esos grandes relatos artesanales, a los que se refería Benjamin. Estamos rodeados de muchas perspectivas diferentes y de distintos puntos de vista que hacen imposible la forma de narración tradicional.
Benjamin dice: “Es como si una capacidad, que nos parecía inextinguible, la más segura entre las seguras, de pronto nos fuera sustraída. A saber, la capacidad de intercambiar experiencias.”[3]
Pareciera que a través de la imprenta y de esta nueva sociedad más secularizada, se hubiera perdido el arte de narrar. La imprenta surge en el siglo XV como una primera posibilidad para la reproducción fiel de escritos. No es casualidad que el primer texto impreso haya sido la Biblia, por una disputa cultural, económica y religiosa. Durante muchos siglos, la única persona que podía interpretar este texto sagrado era el ministro de Dios en la tierra. El hecho de su reproducción y de que cualquier persona tenga acceso a ella, acompañan a la crisis de valores del protestantismo en contra de la Iglesia, afirmando que cualquier sujeto puede interpretar la palabra de Dios.
Con el trascurso de los años, en los siglos XVII y XVIII, se imprimían enciclopedias y se empiezan a consolidar los medios de comunicación.
De la misma manera que para Benjamin la imprenta fue decisiva en el cambio de la narración, para autores como Charles Baudelaire[4] el advenimiento de la fotografía en la misma época, a partir del capitalismo, dejan a un lado las grandes pinturas, que precisaban de la mano del hombre para producirse (forma artesanal). “El capitalismo acabó con todo eso”. Es a partir de esta nueva modalidad que los escritores y poetas empiezan a escribir por el sólo motivo de ganar dinero, no por una necesidad de expresar un sentimiento o capacidad.
Esta crítica tiene un pequeño acercamiento a la discusión que mantienen en el cuento de Rodolfo Walsh “Fotos” los protagonistas con respecto a la fotografía. Dedicarse al arte, para Mauricio, era fotografiar todo lo que lo rodeaba, y lo que usaba para vivir eran esas fotos de “chicas de primera comunión”. La suya era una posición muy discutida con el negro, quien tenía una visión distinta sobre el tema. Para Jacinto el arte era el de alta cultura, no la utilización de un artefacto mecánico que hace todo el trabajo.
En el siglo XIX se empiezan a diferenciar y ordenar las nuevas formas de comunicación, adquiriendo una consciencia de los efectos que causan. Así, se producen nuevos géneros como la novela[5]. Para Benjamin, el novelista es el individuo separado del resto, más individualista y ajeno a los acontecimientos del prójimo, “ese intento de legitimación corre a contrapelo de la realidad”[6]. Al contrario, el narrador cuenta su experiencia a quienes lo rodean, y de ésta manera sus oyentes, a partir de una atención constante, transmiten esos conocimientos a otros.
Tanto las novelas como los folletines y las gacetas se van arraigando como industria, y utilizan estrategias de mercado para ganar público y, por ende, dinero; además, apoyan procesos de inmigración y contribuyen también a la alfabetización de los pueblos. Géneros como el de non-ficción (que toma elementos de la ficción para ayudar a entender los acontecimientos que suceden en la realidad), hacen que se genere una inclusión social mayor, que va en contra de la ideología de las clases letradas o de la alta cultura[7]. Por otro lado, hay un cambio del cuento tradicional al moderno que se da también por un motivo social: el surgimiento de la burguesía y una avanzada secularización.
De esta manera, tanto las narraciones como los cuentos, adquirieron modos nuevos de realización. Se reemplazó la “cualidad fáctica del cuento tradicional” y surgió lo que el autor Jaime Rest[8] denomina “actitud lírica”. Hay un proceso de intervención de lo psicológico, la ambigüedad y la fragmentación. La preocupación de los autores por un seguimiento de sucesos en el cuento moderno penetra en la experiencia de la vida misma formando parte de lo social, generando “dimensiones ilimitadas”. Una de las principales observaciones que pudieron extraerse de la índole tradicional que poseyó el cuento hasta el renacimiento fue su “naturaleza fáctica”. Este tipo de narración considera dos variedades: lo maravilloso y lo realista. El primero, presenta situaciones sobrenaturales (milagros, santificaciones). El segundo, se refiere a situaciones de la vida cotidiana.
Es así como, a mediados del siglo XIX, se produce el surgimiento de lo masivo. Benjamin lo afirma diciendo que,
Con el dominio constituido de la burguesía, entre cuyos instrumentos más importantes, en la etapa de comunicación que, debe contarse a la prensa, por lejos que se encuentren sus orígenes, nunca había influido de manera determinante sobre las formas épicas, pero actualmente sí lo hace. Y sucede que esa forma de comunicación no sólo es más extraña a la narración, sino que es mucho más peligrosa para la narración que para la novela, a la cual con todo, conduce a una crisis. Esa nueva forma de la comunicación es la información[9]

Es una nueva era dónde las comunicaciones empiezan a dominar el mundo, y con ellas culmina el modelo liberal de Adam Smith. Años de gran crecimiento económico que se verán interrumpidos por dos guerras mundiales. Muchas fueron las críticas producidas por grandes pensadores de la Escuela de Frankfurt[10] a estas nuevas sociedades donde los medios masivos de comunicación han convertido el tiempo de ocio y la cultura en general en una industria más, una industria para el consumo de sus productos, y en torno del modo en el que esta nueva industria promueve el conformismo, mina la creatividad y anula las capacidades propiamente humanas, entre ellas, la capacidad de narrar, de transmitir vivencias de padres a hijos, o entre culturas a través de la oralidad (alma de la narración), convirtiéndose en un “fenómeno en decadencia”[11]. Ante las grandes obras que invitaban al receptor a cuestionarse y ser consciente de ello, con el surgimiento de lo que ellos denominan industria cultural, se produce un quiebre: se disuelve ese germen crítico y hay una búsqueda por el placer inmediato y la espontaneidad. No hay una ideología que respalde la obra, ya que esta industria convierte a la cultura en mercancía. El individuo es cómplice de un sistema dónde participa de manera inconsciente generándole necesidades donde no las hay, hasta el punto de consumirlos en estado de distracción.
Para Benjamín[12], la reproducción técnica de la obra de arte significaba la destrucción del modo aureático de existencia de la obra artística, en nuestro caso del arte de narrar. La reproducción técnica entraña una carencia que no es otra que “la autenticidad”, esto es, el “aquí y ahora” del original, una autenticidad en cuanto autoridad plena frente a la reproducción, incapaz de reproducir, precisamente, la autenticidad. Benjamin propone el término “aura” como síntesis de aquellas carencias: falta de autenticidad y de testificación histórica. “Resumiendo todas estas carencias en el concepto de aura, podremos decir: en la época de la reproducción técnica de la obra de arte lo que se atrofia es el aura de ésta”[13].
Su valor como obra ya no radica en el contenido, tiene que ver con la circulación de los bienes.
Estos autores, mencionados anteriormente, condenaban una historia que negaba la “realización de lo que alguna vez habían sido los anhelos más optimistas con respecto al futuro del hombre” [14].
Por otro lado, en referencia a la información, Benjamin la contrapone a la narración. “Para la información es inevitable el aparecer como plausible. De ahí que sea incompatible con el espíritu de la narración. Si el arte de narrar se ha hecho raro, la extensión de la información ha tenido una participación decisiva en ese resultado”[15]
De la misma manera que lo hace Benjamin, otros autores críticos más actuales, pero de la misma línea de análisis que los autores de la Escuela de Frankfurt, critican el término “información”. Es el caso de Antonio Pasquali, que desde un punto de vista más comunicacional diferencia información de comunicación. Afirma que muchos términos tendrían que ser recategorizados, términos que se desprenden de la relación entre la sociedad y los medios de comunicación[16]. Para él, información y comunicación son incompatibles. El primer término carece de “univocidad lógica”. No hay diferencia entre una máquina o ser humano que genere información; es sólo un estímulo y no un diálogo como sucede en la comunicación. La información no permite el intercambio y no reconoce al receptor como sujeto ético y moral, sino que se reserva como un proceso de vehiculización unilateral destinado a una homogeneidad de masas, un mensaje único para muchos sujetos, donde unos hablan y otros escuchan. Esta alocución busca empequeñecer, adueñarse y alienar al receptor. No admite respuesta.
El tipo de sociedades en el que estamos inmersos hoy en día, son sociedades, como pensaba Benjamin, dónde prima la información por sobre la comunicación, la cual está culturalmente subdesarrollada y sometida al monopolio político y económico de los medios de información, en donde el receptor se frustra por la mudez, alienación, incomunicabilidad, inaccesibilidad, se lo reconoce como un objeto.
“Cada mañana se nos informa sobre las novedades de toda la tierra. Y sin embargo somos notablemente pobres en historias extraordinarias. Ello proviene de que ya no se nos distribuye ninguna novedad sin acompañarla de explicaciones. Con otras palabras, ya casi nada de lo que acaece conviene a la narración, sino que todo es propio de una información.”[17]

Tal vez cabe preguntarse por qué Benjamin utiliza como momento de cambio las guerras mundiales en relación con el final de los grandes narradores. Una de las respuestas posibles es que las historias y las tradiciones que se conocen actualmente son, en general, escritas por quiénes ganan y vencen. Las voces de los otros son acalladas o no llegan a ser escuchadas. Y esto se puede ver desde los indígenas y colonizadores, hasta el levantamiento del peronismo en la Argentina el 17 de octubre[18]. Es, quizás por este motivo que, por ejemplo, la autora Alcira Argumedo busca reconstruir esos silencios.
Otra de las razones que puede ser paralela a la anterior, es que a partir de las guerras mundiales queda instaurado el modelo económico que conocemos hoy en día, y que, gracias a él, o mejor dicho por desgracia, se entretiene a la gente para que no pueda reflexionar y no pueda darse cuenta de las malicias que invaden a este mundo.
De esto se desliga también que todas las noticias son iguales; tiene el mismo peso que en África se mueran los chicos de hambre, que en algún lugar remoto del mundo alguien se haya ganado un cero kilómetro y pueda mostrarlo por televisión. Todo está tan naturalizado hasta, muchas veces, tan simplificado, que no tiene el mínimo valor. Y como todo es igual, qué importan los grandes narradores o las grandiosas historias de antepasados.
Es cierto, y me hace estar de acuerdo con un autor tan examinador como Benjamin, que las nuevas generaciones, cada vez más apartadas del saber leer y escribir de manera sintética, analítica y crítica, a las cuáles también pertenezco, se encuentran más enajenadas de estas sabidurías, de las historias que pasaban de generación en generación, haciendo reflexionar a uno sobre el mundo, tanto interior como exterior de las cosas. Hoy en día la gente vive descreída de lo que sucede a su alrededor, producto de la cultura de masas y de los medios masivos en particular. Lamentablemente, es algo que sucede y de lo cual no podemos estar ajenos. Caparrós[19], icono de la crónica periodística nacional, declara que los medios escriben “para un lector que no lee” y llenan las páginas de sus diarios con fotografías, recuadros, infografías, dibujitos y deberíamos agregar, anuncios publicitarios.
En la actualidad, Internet y el ciberespacio también nos alejan de la hoja de papel impresa, ya no importa la imprenta, tampoco se puede tocar el papel. Tampoco interesa la identidad del sujeto, porque en Internet cualquiera puede ser quién quiera. En el momento de pérdida de vigencia de las nacionalidades, la raza, el género y la religión, se darían las condiciones para el advenimiento de una cultura que enfatizara los factores convergentes por sobre los divergentes entre seres humanos. De esta manera, se contribuiría al surgimiento de una sociedad global “basada en la tolerancia y la comprensión”. Con la posibilidad de comunicarse, se daría origen a las “comunidades virtuales.”[20]
Gran parte de lo que dicen estos autores es cierto, pero de sus diagnósticos de este proceso de absorción de la cultura no permiten entrever como liberar a las sociedades y en especial a la cultura de esta mecanización de la industria, no dan respuesta de cómo escapar de la supuesta bastardización de la cultura que nos presentan.
Las formas cambiaron, las sociedades y la economía también, ya no hay manera de volver a lo tradicional. Pero, al mismo tiempo, es bueno que las cosas evolucionen y estén en continua transformación, y no sean siempre iguales. Por suerte, aún hay grandes cronistas que como dice Benjamin “En la amplia banda de la crónica se distribuyen los géneros narrativos, como los matices de un mismo color. El cronista es el narrador histórico”[21]
Hay que reconocer que gracias a las nuevas formas de comunicación e información, la cultura ya no sólo pertenece a la alta “burguesía” y se ha hecho más popular, sirviendo para alfabetizar a las sociedades.
Al fin y al cabo, si todo fuese como explican los críticos de la Escuela de Frankfurt, estaríamos inmersos en un caos, dónde los únicos que estarían alfabetizados y serían dueños de la cultura son las clases altas, entre ellas la iglesia. ¿Qué quedaría para el resto, sino sólo las sobras de lo que ellos consideran cultura?


[1] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986.
[2] W. Benjamin analiza los relatos realizados por Nicolai Leskov que desde fines de la guerra mundial de 1914 se intentaron conocer sus narraciones.
[3] Walter Benjamin. Op. Cit. Pág. 189.
[4] “La modernidad maldita”, biografía de Charles Baudelaire (1821-1867) [en línea] disponible en: consultado el jueves 19 de junio de 2008
[5] La primera novela castellana es el “Don Quijote” escrito por Miguel de Cervantes Saavedra, editado en 1605. Para Benjamin en las novelas: “están privados de tino y no contienen ni siquiera la menor chispa de sabiduría” (Pág. 193 “El narrador”)
[6] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 193)
[7]Aníbal Ford y Jorge B. Rivera, “Medios de comunicación y cultura popular”, Legasa. Buenos Aires, 1985.
[8] Jaime Rest, “Estudio preliminar”, en El cuento tradicional y moderno, Editores de América Latina, Buenos Aires, 1999.
[9] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[10] Adorno, T.W. y Horkheimer, M.: “La industria de la cultura. Iluminismo como mistificación de las masas”, en Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1987
[11] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 192)
[12]Benjamin, W.: “La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica”, en Discursos interrumpidos I, Taurus, Madrid, 1987.
[13] Ibidem.
[14] Adorno, T.W. y Horkheimer, M.: “La industria de la cultura. Iluminismo como mistificación de las masas”, en Dialéctica del Iluminismo, Sudamericana, Buenos Aires, 1987
[15]Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[16] Antonio Pasquali, “Teoría de la comunicación: las implicaciones sociológicas entre información y cultura de masas. Definiciones” Editorial: Monte Avila Editores, Caracas, Venezuela, 1977.
[17] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 194)
[18] Alcira Argumedo, “Los silencios y las voces de America Latina”, Ediciones del Pensamiento Nacional, Buenos Aires, 1996
[19] ZANONI, Leandro, Habla Martín Caparrós (entrevista) [en línea] Disponible en Internet en consultado en mayo de 2007.

[20] Tomás Maldonado, “Crítica de la razón informática”, Barcelona, Paidós Ibérica, 1998
[21] Walter Benjamin, “El narrador: Consideraciones sobre la obra de Nicolai Leskov”, Sobre el programa de la filosofía futura, Planeta Agostini, Barcelona, 1986. (Pág. 200)

Ensayo tal o tratado cual

Flusser caracteriza dos tipos de ensayo, definidos por él.
Uno es más académico, evita el uso del pronombre del “yo”. Precisa de más esfuerzo, no es algo que fluye y se escribe, porque “nadie piensa académicamente. Hace de cuenta que piensa así”. Lo denomina tratado, demuestra un tema y lo explica.
El otro, el ensayo, un estilo más “vivo”, donde se incluye algo de la experiencia del autor. El tema desarrollado se vive, y dialoga con los otros. Lo interesante, y al contrario del tratado, no resuelve el tema, sino que lo transforma en un enigma.
Tiene mucha razón el autor en escribir que, la forma y el caer en tal o cual estilo se deba a que el objetivo a tratar provenga de las ciencias sociales o de las ciencias más duras. Como explicaba en su trabajo Carlo Ginzburg, entre el paradigma indiciario, y el paradigma tradicional para las ciencias más duras.
Comparando ambos autores, se puede decir, que de la misma manera que Ginzburg, Flusser deja el ensayo para las ciencias blandas, y los tratados para las ciencias duras.

Dificultades

Está casi terminado mi ensayo. Pero no puedo entender como me cuesta tanto ponerle un título al trabajo. Quiero que sea un título abarcativo, que encierre el contenido de todo el ensayo desarrollado.
Por otro lado, la introducción , no es de mi agrado. La introducción no introduce, aunque suene bastante ridículo, no me llama a interesarme sobre el contenido. Espero que hoy en el taller le encuentre una salida urgente al problema.
El tema es que si no me gusta como queda finalizado, para mí no tiene fin. Le estoy poniendo mucha dedicación y no quiero que porque el viernes se entrega lo tenga que dejar así como está. Espero que se note en el resultado.